La disfagia es una condición en la que el cuerpo necesita más tiempo y esfuerzo para llevar los alimentos de la boca al estómago. Esta dificultad para tragar puede manifestarse a cualquier edad, pero es más común en adultos mayores. Dicha afección llega incluso a interferir con la nutrición apropiada, ya que limita su capacidad e incluso el deseo de comer.

Si este es tu caso o conoces a alguien que lo padezca, lo mejor es informarte más al respecto. Por eso, te explicamos un poco más de esta condición para identificarla adecuadamente y saber cómo actuar.

Síntomas

El síntoma principal es la constante dificultad para tragar, pero en algunos casos también llega a presentarse con dolor y un babeo excesivo. Con el tiempo puede empeorar al punto que comer o beber se vuelve prácticamente imposible. 

Otros síntomas que pueden presentarse son: acidez estomacal frecuente y regurgitación. Estos dos suelen provocar que el ácido estomacal llegue a la garganta causando tos, ronquera e incluso náuseas. Es importante señalar que no siempre se presentan todos juntos y dependerá del tipo de disfagia que se sufra. 

Tipos de disfagia

Existen dos tipos según sea la zona del tracto digestivo que se vea afectada. La primera es la esofágica, cuando el problema está en el esófago y la otra es la orofaríngea, cuando está en la garganta. 

La disfagia esofágica se caracteriza porque al ingerir comida o bebida se tiene una sensación de que “se atasca”. Esta se puede sentir en la parte baja de la garganta, pero generalmente es en el pecho, detrás del esternón. Puede ser causada por diversos factores como reflujo gastroesofágico, tumores u otras afecciones que puedan causar daño o cicatrices en los tejidos del esófago.

La orofaríngea afecta principalmente los músculos de la garganta y al tragar se puede tener la sensación de que la comida baja por las vías respiratorias, lo que puede provocar náuseas, tos o vómito. Aunque hay otros factores, en la mayoría de los casos es causada generalmente por afecciones neurológicas que debilitan los músculos, como la esclerosis múltiple, la distrofia muscular o la enfermedad de Parkinson.

Los síntomas varían de una a otra y cada uno puede ser una consecuencia de un padecimiento del que quizás no estés consciente. Si presentas alguno de estos, lo más aconsejable es acudir a tu médico para hacer una evaluación e identificar qué lo está causando. Si cuentas con un seguro médico, aprovecha sus beneficios en este caso. 

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