Martin Seligman tiene una teoría acerca de cómo los seres humanos explicamos los eventos que vivimos con ciertos patrones y tendencias. Seligman distingue dos tipos de personas; las optimistas y las pesimistas. Cada una de estas personas explica los mismos hechos desde una perspectiva completamente diferente.
Por ejemplo, si un cliente potencial escoge otro proveedor, el optimista podría explicar cómo: Unas veces se gana y otras se pierde, que necesito aprender para que la próxima vez gane el proyecto; el pesimista diría: A mi todo me sale siempre mal, soy un fracaso.
En ambas situaciones, la persona no logró su contrato, pero la manera como cada uno explica el hecho tiene serias consecuencias para su efectividad, felicidad y salud mental.
Frente a los acontecimientos negativos, el pesimista piensa… Esto es un fracaso y es mi culpa, siempre he fracasado; el optimista piensa… Es una situación, es algo localizado, esta alternativa no indica nada sobre mis posibilidades de éxito.
Lo interesante, dice Seligman que, estos patrones de pensamiento son muy difíciles de cambiar. Su adopción tiende a ser inconsciente y está condicionado por el entorno familiar. Ambos modelos explicativos creen que su modelo y opinión es efectiva para abordar los temas y situaciones de la vida.
Podríamos agregar que el pesimista se pasa la vida tratando de evitar el sufrimiento, perder la ilusión por vivir y convencerse que es un fracaso. Arriesgarse y cuestionar su modelo de pensamiento sería un acto de fe, pero piensa que tendría que pagar un precio muy alto si se equivoca o cae. Así que prefiere mantenerse atado a la seguridad de lo conocido.
Al optimista por otro lado, podríamos agregarle un calificativo que lo fortalece, el cual es el optimista espiritual. Esta persona dice Seligman opera desde un estilo explicativo que lo predispone a ver su vida como una aventura del alma, como un camino trascendente hacia la sabiduría y la realización personal.
Eso no quiere decir que la vida sea un viaje lleno de experiencias maravillosas y elevadas. La vida es la vida, con sus momentos positivos y otros negativos, muchas cosas no las podemos controlar. Muchas veces estamos en el lugar y tiempo menos favorable para que nuestra vida fluya.
Tal como hemos aprendido de Viktor Frankl (el psiquiatra austriaco que estuvo en la segunda guerra mundial sufriendo horrores e indignidades humanas) él descubrió que la peor de las situaciones puede ser tolerada cuando adquiere un significado. El continuaba diciendo que “El interés principal del hombre no es encontrar el placer o evitar el dolor sino encontrarle el sentido a la vida”.
Ante cualquier situación sugerimos lo siguiente:
- Hacer una pausa y observar nuestros pensamientos
- Tomar conciencia y darnos cuenta si nuestros patrones de pensamientos son repetitivos y pesimistas
- Saber que si el patrón es el del pesimista el impacto en nuestras vidas es de más infelicidad, inefectividad e insatisfacción
- Detenerse de nuevo y elegir un cambio de pensamiento hacia el optimismo y más aun, en este caso hacia el optimismo espiritual. Necesitamos nutrir el alma de autoconfianza incondicional de que todo va a estar bien, respirar y aceptar la experiencia
- Dar un salto de fe y elegir confiar en la vida
- Reemplazar la tensión, el rencor, y el disgusto producido por el sufrimiento por la ternura, el aprendizaje, la solidaridad, el servicio y crecimiento
- Encontrar y expresar con palabras el sentido y significado a todo lo que se vive
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