Hoy les contamos de un producto en los mercados relativamente “nuevo”, pero extremadamente popular, tanto en inversionistas como en asesores financieros: los ETFs.
Un ETF (Exchange Trade Fund en inglés) es un producto financiero compuesto de una colección de productos financieros (como acciones) y se compran y venden durante el día al igual que cualquier acción de una empresa.
También conocidos como fondos cotizados (¡y vaya que lo son!), los ETFs combinan las características de las sociedades de inversión abiertas (mutual funds) y de las acciones (stocks). Normalmente siguen el desempeño de un índice, aunque también pueden seguir el rendimiento de un subconjunto del mismo.
Lo interesante de los ETFs es que pueden ser compuestos por todo tipo de inversiones, ya sea de acciones, bonos, materias primas o incluso de una mezcla de todos, por lo que ofrecen una opción de conseguir exposición a miles de instrumentos financieros.
Para hacerlo más simple, al comprar una acción de un ETF (digamos el ETF atado al índice de S&P 500) es como si compraran una acción de cada empresa de ese índice por un precio significativamente más reducido que comprar la acción individual. Además, lo que también hace atractivos a los ETFs es que conllevan menos costos (como honorarios y comisiones) asociados con su corretaje que las acciones individualmente.
Por lo mismo, un ETF es un producto óptimo para cualquier tipo de inversionista (grande o chico) porque le da acceso a la diversificación de un índice sin requerir de mucho capital.